domingo, 24 de mayo de 2009

Pequeños fastidios


Me está costando un esfuerzo sobrehumano disimular contigo. De hecho no siempre lo consigo y me dices que mi tono de voz suena cínico o con doble intención. Sé que tengo que hacerlo porque el viernes tengo que traerte aquí como sea. Si no lo hago mi plan habrá fallado y todo se habrá ido al garete, así que finjo, no quiero que te enteres.


No siempre lo hago bien. Poner un tono dulce y representar el papel de novia preocupada me resulta muy difícil en estas circunstancias, por eso a veces no puedo evitar causarte pequeñas molestias.


Te llamo cuando sé que duermes la siesta para interrumpirte y después me disculpo de forma acaramelada por mi torpeza. Cuando sé que has quedado con la otra busco cualquier excusa para llamar, para así perturbar la felicidad de tu cita clandestina. Te hago preguntas y más preguntas, interesándome por ti y obligándote así a inventar mentiras, aunque eso no te cuesta mucho trabajo, ciertamente. También he lavado la camisa que te dejaste aquí, la de Dior, con agua caliente y ha encogido. Qué mala suerte ¿no? Son cosas pequeñas, pero me encanta fastidiarte.


Esto es el principio, Antonio. Que hoy te haya cortado la siesta para decirte que te quería mucho es una pequeñez, pudiste seguir durmiendo más tarde. Pero ¿y el viernes? ¿Dónde vas a dormir?

No hay comentarios: