domingo, 24 de mayo de 2009

Casualidades o desgracias

No sé si existe el destino, pero muchas veces me paro a pensar en cómo llegaste a mí y en qué momento la casualidad empezó a cruzar nuestros caminos. Porque te tuve delante varios meses sin ni siquiera verte, y de pronto te encontraba por todas las esquinas.


¿Dónde está el margen que separa la casualidad del infortunio? Como la piedra que te machacó el dedo, como los horarios que nos hacían librar a la misma hora, como la cena a la que llegamos los primeros, como la noche que mi amiga y tu amigo no pudieron venir, como aquella canción, como aquel beso, como los patos que había en aquel parque de madrugada, como aquella llamada perdida que se retrasó... ¿Qué fue todo aquello?


La casualidad nos unió y nunca pude quitarme el peso de que en otro lugar con otra vida jamás te habrías fijado en mí. Fuimos como barcos en la noche que al cruzarse se hacen señas y luego se separan para siempre. Yo era feliz con lo que teníamos. Pero tú, Antonio, eres de los que necesitan tenerlo todo. Cuerpo y alma.


Aquella noche de febrero, cuando te vi abrazarme y quedarte serio, supe que estaba entrando en terreno resbaladizo... Dios mío, que tonta fui.

No hay comentarios: