jueves, 28 de mayo de 2009

Menos que nada

Contigo me sentía poca cosa. Nunca un hombre ha tenido tanta capacidad para hacerme sentir tan pequeña. Me veía fea, tonta, aburrida... Me he pasado este tiempo de puntillas intentando cumplir con un estándar que no iba conmigo.


Tú me haces sentirme así. Nunca he tenido consciencia de ser nada importante, pero tú conseguías hacerme menguar como una Alicia que había bebido de la botella equivocada. No es que me menospreciaras, al contrario, me halagabas continuamente. Tanto que yo comprendía que era porque necesitabas convencerte de que yo era especial. No soy alta ni baja, ni guapa ni fea, no se me distinguiría de cualquiera por la calle, pero tú te empeñabas en subirme a un pedestal imaginario. Te gustaba pensar que todos me deseaban, que te tenían envidia. Te excitaba la idea de que otros desearan lo tuyo. No eras de los que son capaces de conformarse con alguien normal, Antonio, tú necesitas alguien a quien exhibir y yo nunca he sido esa persona.


Llevo todo este tiempo en unos zapatos que no son los míos. Sufriendo por no dar la talla y sabiendo que todo lo que me atribuías no era lo que yo tengo, sino lo que tú querrías tener. La novia hermosa, elegante, deseada... La cabeza de venado que exhibir en la pared.


Dices que tengo poca autoestima y la poca que tenía te la has cargado tú, Antonio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No digas eso, mujer. Seguro que tienes muchísimas cosas buenas, por ejemplo sabes escribir como nadie, de forma que emociona, esto podría ser una novela y yo la leería del tirón. Que el imbécil de Antonio no haya sabido verlo ni valorarlo no significa que tú no seas especial.

Un besote